El placer de redescubrir un disco: Ritchie Blackmore’s Rainbow

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Para los que somos aficionados a la música y tenemos gustos variados, una de las experiencias más reconfortantes que existen es descubrir nuevos grupos que automáticamente pasan a formar parte de nuestro selecto elenco de artistas favoritos. Además de descubrir nuevos grupos, otra de las experiencias más sublimes es la de redescubrir discos que hacía tiempo que no escuchábamos o a los que simplemente no habíamos prestado la atención suficiente, así que aquí va mi experiencia respecto al redescubrimiento.

Portada del disco de Rainbow: Ritchie Blackmore's Rainbow

Los que somos aficionados a escuchar música, escuchamos ingentes cantidades de discos, unos mejores y otros peores. Si, además, nuestros gustos musicales son bastante variados y eclécticos, podemos encontrar en nuestra fonoteca desde discos de solistas como Raphael o Richard Hawley hasta desafíos para los oídos como Slayer o Angelus Apatrida.

La búsqueda constante de nuevos grupos o el hecho de meterse de lleno en una determinada época o estilo musical es una de las experiencias más apasionantes cuando escuchamos música: ahora vamos a por los protopunks de los 70, ahora a por los grunges de finales de los 80 y principios de los 90 y, así, un largo etcétera.

Pero lo que os quiero contar es lo que me ha pasado este fin de semana, algo que seguro que todo aficionado a escuchar música ha experimentado alguna vez. Y es una de las sensaciones, musicalmente hablando, más placenteras que hay. Hablo del redescubriminento de discos que, por cualquier motivo, hace tiempo que no se escuchan o, simplemente, están aparcados porque en su momento se desgranaron (o se pensaba que se habían desgranado) y exprimido al máximo.

Pues bien, a veces nos topamos con uno de esos discos y, sin saber bien el porqué, lo volvemos a escuchar. Mientras la agujita va pasando por encima del preciado vinilo, se le empieza a prestar más y más atención, hasta que nos quedamos totalmente hipnotizados, sumergidos entre los surcos de ese plástico negro que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar tiempo atrás, recordando momentos asociados a la época del descubrimiento del disco en cuestión y, lo mejor, redescubriendo ritmos, sonidos. Ambientes que anteriormente se habían pasado por alto. Esa sensación no se paga con nada. Sentimos un cosquilleo y una sensación de placer que hace que estemos tan metidos en la música que, por unos momentos, parece que no existe nada más que el disco y nosotros. Todo lo demás desaparece.

En mi caso, el disco en cuestión es el primer disco de Rainbow, Ritchie Blackmore’s Rainbow, grupo formado, principalmente, por Ritchie Blackmore y Dio, y que supuso la explosión definitiva de este último, convirtiéndose en una de Las Voces por excelencia del Hard Rock.

Desde que empieza el disco con Man On The Silver Mountain, hasta que termina con Still I’m Sad, uno se sumerge en una auténtica experiencia musical que le hace olvidarse durante un rato de lo complicada que está la cosa. Aunque el disco mantiene un nivel excelente a lo largo de sus, aproximadamente, cuarenta minutos de duración, destacaría canciones como la ya mencionada Man On The Silver Mountain, Snake Charmer, o Temple of the King. Pero, insisto, el disco no tiene desperdicio.

Seguro que a vosotros os ha pasado lo mismo con algún disco, así que nos gustaría que nos contarais experiencias parecidas a través de vuestros comentarios.

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