Allá por 1998, con un mundo preparándose para la llegada del nuevo milenio, la escena musical era basta y repleta de estilos: Radiohead se encuentra en lo más alto de su carrera, Madonna arrasa en los Grammys y Elton John se convierte en Sir. Sin embargo, algo más estaba surgiendo de forma silenciosa e imperceptible a los ojos del mundo.
En Teignmouth, típica villa británica en la que nunca pasa nada, comienza a destacar un tenue movimiento underground en el que proliferan las batallas de bandas. Entre estas bandas hay una que sobresale entre las demás: Estamos hablando de Rocket Baby Dolls, grupo gothic-glam que destrozaba las noches y las guitarras a golpe de rock y cuyos integrantes eran: Matthew Bellamy a la guitarra y voz, Dominic Howard a la batería y Chris Wolstenholme al bajo.
Pero la estética glam y el nombre poco les duraría a los chicos de Bellamy. Siguiendo el consejo de un profesor de arte pasan a llamarse Muse (que quedaba mejor en los pósters y camisetas, en sus propias palabras), dejan Teignmouth y publican su primer álbum, Showbiz, el caso que nos ocupa.
Showbiz, the good old days
Las puertas del álbum nos son abiertas por una etérea chica extraterrestre, esencia casual de la propia banda: un trío creador de rock espacial (y especial) que mantiene un sano equilibrio entre la sensibilidad y la fuerza. Es por esto que la portada es un adelanto, una invitación. Tomemos su mano y adentrémonos pues en el Mundo del Espectáculo, es decir, Showbiz.
El disco
Abre la veda Sunburn, una de las canciones más reconocibles de la banda. El piano de Bellamy elabora una melodía que se convertiría en todo un himno, un piano que envuelve y que nos lleva poco a poco al crescendo de la canción en un estribillo desgarrado, que converge en un riff que podría recordar a Radiohead, pero ya sabemos que las comparaciones son odiosas.
Showbiz no deja tiempo al aliento. Suena inmediatamente después Muscle Museum, canción que compondrá una de las líneas de bajo más características de Muse, a la que más tarde se unirán Time is Running Out o Hysteria.
Aparecen después Fillip, Falling Down y Cave, más discretas. Destacar la íntima Falling Down, una de las dos únicas canciones de la historia de Muse, junto con Unintended, que fue escrita antes de ponerle sonido, y que trata de su Teignmouth natal.
Llegamos casi sin notarlo al cénit del álbum, a una de las mejores obras que han salido de la cabeza inquieta de Bellamy. Es el turno de Showbiz, que comienza con una percusión creadora de una atmósfera angustiosa y sugerente a la que se une la voz de Matt. Lentamente y de forma imperceptible, la guitarra nos envuelve, la batería se vuelve más insistente y llegamos al éxtasis de la pieza, al centro del laberinto. Pronto estalla la tormenta en un estribillo demoledor y somos arrastrados al final de la canción en un aullido casi inhumano del propio Bellamy.
Como siempre, tras la tormenta llega la calma, que esta vez se titula Unintended y se corresponde con el track número 7. Unintended es la canción bonita por excelencia de la discografía de la banda. Con una guitarra y la voz en esta ocasión aterciopelada de su líder, Muse nos regala una pieza que de dulce duele y que invita a armarse de valor y a cantarla como serenata bajo el balcón del amado/a.
Una vez que hemos alcanzado la cumbre, toca el descenso, que será de forma gradual. A Uno y Sober se le unen Escape y Overdue, canciones no elaboradas para convertirse en éxitos ni grandes himnos, pero que completan un álbum en el que nada se deja a la improvisación.
Finalmente, y para despedirse, Muse cierra el álbum con una delicada pieza, Hate This and I’ll Love You, muy alejada de los épicos finales que elaborarían en adelante en cada una de sus creaciones.
En definitiva, Showbiz es un trabajo complejo, lleno de oquedades y recovecos, inspiración y vaguedades, luces y sombras. Showbiz es la esencia del Muse más ambiguo y desconocido, es la emoción reprimida que se canaliza a través de la púa inquieta de Bellamy. Showbiz es el Muse de los primeros días, donde había poco que perder y mucho que ganar, donde la caída era libre y no existía ni el colchón de la crítica ni el fanatismo. Es el poder de la creación y de la exploración, la búsqueda de caminos nuevos y remotos, caminos que los llevarían inexorablemente a Origin of Symmetry, segundo disco de estudio de la casi consagrada banda. Pero eso es otra historia.