Hace tan solo un par de días, hablando con mi hermano, intentábamos definir qué música hacen Havalina. Y es que su discografía es tan rica y variada que puede usted ponerle el nombre que quiera. A mi me gusta pensar que a Manuel Cabezalí y los suyos les importa un pimiento la etiqueta que cualquier mortal pueda poner a su sonido. A la única conclusión que llegamos es que lo más veraz que se puede decir de los madrileños es que hacen buena música.
El disco
Si algo destaca especialmente en este disco respecto a los anteriores, son las líneas de la base rítmica, que cobran capital importancia en casi todo el disco; especialmente la del bajo. Meritorio el trabajo del recién llegado Jaime Olmedo que consigue dejar su impronta sin cambiar el sonido de Havalina. El “problema” que tienen Jaime y Javier (batería) es que tienen que coexistir todo el tiempo con las guitarras de Manuel Cabezalí. Pero ahí radica su mérito, pues han conseguido acoplarse y que todo suene compacto y no como un mero acompañamiento. Pero que esto no te engañe, por supuesto podemos disfrutar de los impresionantes y variados sonidos que Cabezalí es capaz de idear y transportar a su guitarra. Aunque si ya conoces algo a este grupo, esto último no te habrá sorprendido ni lo mas mínimo.
Islas de Cemento nos brinda un impresionante entramado de armonías, efectos, riffs y todo lo que se te pueda pasar por la cabeza. Pero quizás lo más novedoso son las letras que corren a cabo de Cabezalí, pero no de Manuel, sino de su hermano JJ, quien ya participara en la letra de Objetos personales perteneciente a Las Hojas Secas. Y es que la mitad de las letras se basan en Manual para conductores borrachos, el libro de poemas de JJ.
En detalle
En Islas de cemento nos encontramos con descargas directas al estómago como Un reloj de pulsera con la esfera rota o la introducción y el final de Cementerio de coches, en la cual descubrimos la versión mas “heavy” de Havalina. Contundencia pura. Pero no todo son puñetazos, el vaivén presente dentro de muchas canciones es una constante en todo el álbum. Como si de una montaña rusa sónica se tratara, podemos relajarnos al ritmo de La voz de él y Ulmo; o elevarnos hacia el cielo con Luces o la canción que da nombre al disco. Tampoco hay que perder de vista a la progresiva Cristales rotos sobre el asfalto mojado que abre el disco, aunque quizás se vea perjudicada por ser carta de presentación (cuestión de gustos). Incluso “sufriremos” la locura de Manuel en Dónde, en la que por fin se suelta la melena y hasta nos grita.
Conclusiones
90
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p> Probablemente estamos ante el mejor disco que ha publicado Havalina, pero si de algo peca Islas de Cemento, por decir algo, es que quizás no es el disco ideal para adentrarte en la música de los madrileños. Esto puede sonar contradictorio, pero quizás antes de atacar este último álbum, sea mejor que los novatos acostumbren los oídos a su sonido adentrándose primero en su discografía. Sea como sea, servidor está convencido de que estamos ante uno de los mejores discos de 2015.