Black Sabbath destacó por sus dotes de influencia antes que por sus deslumbrantes valores musicales, ya que en su álbum de debut demostraron una tremenda reputación antes que priorizar la calidad sonora. Con la canción que abre el disco, -Black Sabbath, hacen una especie de saludo a la trinidad satánica, algo así como un “himno satánico”.
La portada es un tanto siniestra, supongo que será por la producción que impregna los pilares elementales de las canciones. El disco todavía sigue dando guerra en nuestros días. En realidad, como los señores Osbourne, Iommi, Butler y Ward han explicado en numerosas ocasiones, el álbum suena de una manera lucubre porque lo grabaron en pocos días con un presupuesto muy reducido, y encima si añadimos que lo grabaron como si estuviesen actuando en directo, con horrendos picos de volumen y todo.
El guitarrista Tony Iommi, con los dedos medio y anular mutilados en un accidente industrial, tocó la guitarra en mi bemol, pero afinada un octavo por debajo de lo habitual, de forma que acentuó el duro sonido opresivo de las canciones. Las letras, entonces aterradoras y ahora risibles, que giran entorno a la muerte y la oscuridad, contribuyeron a completar el efecto. La voz de Ozzy Osbourne le da un efecto algo tétrico, todos sabemos que es una voz fuera de lo común y encima si le añadimos riffs de este calibre hacen que la voz y las guitarras se fusionen en una perfecta armonía.
Las guitarras impiden de alguna manera u otra que el álbum suene banal, y demuestran que los músicos tenían lo necesario para ser impredecibles y sorprendente con un contenido fuera de lo común, son las canciones individuales las que revelan mas cosas al oyente. Absorbiéndolo con una atmósfera un tanto siniestra, y es que al fin podremos decir que Black Sabbath fue el primer álbum de heavy-metal de la historia.
