Esta semana, uno de los discos más importantes de la música moderna cumplía 35 años. El homónimo debut de los británicos quizás no sea su mejor trabajo –¿o sí?–, pero no cabe duda de que fue la carta de prestación perfecta para una banda que iniciaba de esta manera una más que exitosa carrera, hasta el punto de convertirse en uno de los grupos más conocidos e influyentes del heavy metal y de la música en general. Y es que poca gente, sea de la edad que sea, no ha oído hablar alguna vez de Iron Maiden o visto su característico logotipo serigrafiado en una camiseta.
Pero antes, un poquito de historia. Corría 1975 cuando Steve Harris (bajista e indiscutible líder de la formación) con tan solo 19 años y tras formar parte de otros dos proyectos iniciales, decidía formar un grupo hecho a su imagen y semejanza, es decir, un grupo en el que poder plasmar todas sus inquietudes como músico y como compositor. Así, con un nombre inspirado en el instrumento de tortura medieval, la doncella de hierro recluta a la Dave Sullivan y Terry Rance en las guitarras, Ron Matthews en la batería y Paul Day en la voz. Nace así Iron Maiden, pero esta no será la formación que grabe, cinco años después, el estreno discográfico de la banda (aunque si somos estrictos, su primera incursión discográfica tuvo lugar un año antes, en 1979 con el EP The Soundhouse Tapes).
Fue en un directo en 1979 donde, ya con otra alineación, el presidente de EMI, Brian Shepherd, tomó la decisión de hacerse con los servicios de los maiden. Tan solo una semana después firmaban su primer contrato con una discográfica de las dimensiones de EMI. Inmediatamente Harris y los suyos (Paul Di’Anno, Dave Murray, Dennis Stratton y Clive Burr) se introducían en los estudios Kingway para plasmar el disco que hoy conmemoramos y que era el “resultado físico” del duro trabajo de los últimos cinco años; bregando en directo por salas de todo el Reino Unido. Iron Maiden grupo, y Iron Maiden álbum, se convertirían en iconos de lo que más tarde se dio a conocer como la New Wave Of British Heavy Metal (nueva ola del heavy metal británico), de la que también formaron parte grupos como Saxon, Venom o King Diamond. Y es que cuando hablamos de la importancia de este disco, es precisamente porque, este movimiento iniciado a finales de los años 70, tuvo una influencia capital en la aparición más tarde de subgéneros del como el thrash metal, el power metal o el black metal.
Por cierto, la portada de Iron Maiden fue la primera vez que pudimos verle bien la cara a nuestro amigo Eddie, porque en The Soundhouse Tapes tan solo intuíamos una silueta. Pero veamos qué nos ofrecía este LP en los años 80 para que lo consideremos tan especial.
Lo primero y más obvio que se puede decir de este disco es que a cargo de poner la voz estaba Paul Di’Anno, y no Bruce Dickinson. Algunos pensaran que esto puede resultar banal y reducirse a una cuestión de gustos, de si uno quiere más a Mamá o a Papá; pero es indudable que Di’Anno es un vocalista más crudo y directo que Dickinson, más dado al “artificio” y esto se refleja en todo el carácter del disco, que junto con Killers son los más agresivos de la banda. A este sonido también contribuye la producción, de la cual siempre se han quejado, ya que tras trabajar hasta con 3 productores distintos, el propio grupo tomó finalmente el mando. Pueden estar más que orgullosos viendo los resultados obtenidos y teniendo en cuenta que se grabó en tan sólo 13 días.
La receta, 35 años después, parece bien sencilla: un poco de rock progresivo, algo de rock duro, riffs sencillos, un manojo de fantasía, todo sazonado con una pizca de punk. Cinco años a fuego lento y podemos presentar al público un primer single, Running Free, que a día de hoy sigue siendo una de las canciones más esperadas en sus conciertos.
Pero este no es el único clásico de la banda presente en este debut. Remember Tomorrow, con su magnífica melodía, la también homónima y brutal Iron Maiden o la “progresiva” Phantom Of The Opera –que en mi opinión es de las mejores composiciones del grupo–, también forman parte del abultado elenco de canciones que la doncella suele manejar en sus setlists. Pero el resto de canciones, aunque menos habituales en sus conciertos no desmerecen en absoluto. De hecho este es sin duda uno de los puntos más fuertes del disco, ya que es de los más completos que ha presentado nunca Iron Maiden, sin ninguna canción que podamos considerar de relleno.
Aclarar por si alguno se lía alguna vez, que la edición original (la británica), tenía tan solo 8 temas; mientras que la americana y la posterior edición remasterizada de 1998, contaban con la presencia de una canción más: Sanctuary –una de mis favoritas–.
El resto es historia. Quince discos de estudio a sus espaldas, en los que la fórmula ha cambiado más bien poco. Seguramente esto contribuya en gran medida a que este siga siendo uno de los discos top de la banda, porque si bien sí han seguido componiendo canciones que han quedado para la historia, pocos discos han sido tan redondos como Iron Maiden. En estos 35 años han llevado a cabo giras multitudinarias por todos los rincones del planeta, en las que han ofrecido conciertos como el de Rock In Rio (Brasil, 2001) donde tocaron ante más de 200.000 personas. Lo dicho, algo tendrá este disco que inició las andaduras de un grupo que ha vendido más de 100 millones de copias a lo largo de toda su carrera y que sigue conquistando a jóvenes de todo el mundo que se inician en esta maravillosa locura que es el hevy metal.