Seis años ya desde la publicación de Invaders Must Die, el último LP que nos habían ofrecido los británicos The Prodigy. Mucho ha llovido desde entonces. Y más ha llovido aún desde su debut, allá por 1992 con aquel Experience. Al parecer, alguien debería recordarle al trío de Essex, no solo que ha dejado de llover, sino que hace mucho que el césped está seco. Incluso que ya no hay césped, que llegaron un día unos obreros y asfaltaron; y que como dicen en mi tierra antes, todo esto, era prao. Hablando claro: que el tiempo pasa.
El disco
Y no me refiero con esto a que el big beat ya no le interese a nadie (algún incondicional tendrá), sino que The Prodigy parece haberse quedado adormilado, acomodado en una forma de componer canciones que le lleva funcionando desde hace más de 20 años y que parece no tener la más mínima intención de variar. Y es que este último trabajo no va a sorprender ni a aquel que no haya escuchado nada de los británicos en su vida. Cualquiera de sus 14 cortes podría formar parte de alguno de sus anteriores álbumes sin llamar la atención, pero encajando perfectamente. Sufren pues, del síndrome de la máquina de hacer churros tan habitual en otros géneros como el metal (aunque recientemente Blind Guardian y AC/DC, dos bandas que suelen adolecer de este mal, nos hayan sorprendido con algo un poco más fresco).
Y la cosa no acaba ahí, no contentos con ofrecer lo mismo de siempre, parecen haberse contagiado de otra enfermedad bastante habitual en la industria musical: trastorno de relleno compulsivo. 56 minutos de disco que pueden parecer dos horas. Extremadamente excesivos, ya que muchos de los cortes no solo no aportan novedad, sino que no tienen el suficiente gancho como para quedarnos escuchando. Esto convierte en una proeza escuchar este LP de principio a fin.
En detalle
Intentando buscarle el lado positivo a este disco diré, que cortes como el que da nombre al disco, que parece prepararnos para una batalla; Rythm Bomb, Wild Frontier (con esa línea que recuerda a un arcade de los 80) o Nasty, sí que consiguen conectar, o al menos hacen llegar alguna señal al oyente. Lo que no tengo tan claro es si todo el mundo destacará estos mismos temas, ya que siendo sinceros, el nivel de los cortes es tan parejo, que creo que al final todo se resume en una cuestión de feeling personal.
Conclusiones
50
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p> Hay quien verá en este mimético disco una virtud, un ser fieles a un estilo, pero para quien firma este artículo, es símbolo de que aquí huele a cerrado. A que el local de ensayo se no se ventila, por lo menos, desde la aparición de una tal Monica Lewinski en nuestras vidas. Y no es que le tenga manía al trío, no. Sino que uno desea cierta evolución en los artistas con más de 15 años de carrera, que en la mayoría de las veces no llega (tampoco es que haya que hacerse un Coldplay, busquemos un equilibrio, por favor). O por lo menos cierta sorpresa. Dicho esto, no quiero que nadie se lleve una impresión que no es. Discos peores que The Day Is My Enemy los hay a patadas, pero también mejores. El problema radica es la poca o nula trascendencia dentro de la historia que ha escrito y escribe The Prodigy, en que ya hemos escuchado este disco varias veces firmado por ellos mismos. No obstante, y como ya dije antes, supongo que cada oyente rescatará 2 o 3 canciones distintas para su particular banda sonora de la vida; aunque se me antoja muy difícil que alguien vaya a recordar este disco con cierto cariño.
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