Siguiendo un poco con la línea “panteriana” de esta semana conmemorando los 10 años de la muerte de su carismático guitarrista, Dimebag Darrell, vamos a dedicar el “Rescatando discos” de esta semana a uno de los álbumes más influyentes de la década de los ’90, y sin cuya existencia probablemente bandas como Lamb Of God no serían lo que son hoy.
Al empezar 1990, los hermanos Abbot y Rex Brown contaban con un nuevo cantante en la figura de Philip Hansen Anselmo. Con él habían grabado el disco Power Metal evidenciando un cambio bastante palpable en el sonido del que hasta la fecha habían hecho gala, más basado en el llamado hair metal o glam. Este cambio había aumentado su popularidad en la escena de clubes de Dallas, pero no los había sacado de ahí.
Después de cuatro intentos el grupo seguía sin llegar a ninguna parte discográficamente hablando. Había que probar nuevas ideas y hacían falta otras cosas. Hartos de no encajar dentro de la moda, Pantera pasaron primero por un cambio radical en la imagen. Saltaron de tener esta pinta:
A tener un aspecto totalmente distinto y más acorde a –siempre según dijeron Phil Anselmo y Dimebag– cómo eran ellos realmente. Aquello era algo mucho más callejero, directo y que, sin haberlo planeado, les comunicó más con una base de fans más fiel y más dispuesta a escuchar lo que tuvieran que decir:
Más o menos durante la época en la que se hizo esa foto, Dimebag se llevó a Phil a su coche durante una fiesta para que escuchase unas maquetas nuevas que había estado grabando en casa. En ellas estaban contenidos no sólo los primeros riffs que servirían para dar vida al disco Cowboys From Hell, sino una reinvención total y absoluta del estilo de Darrell, mucho más abrasivo y basado en la contundencia. El resto, como se suele decir, es historia.
Después de conseguir un contrato con Atlantic Records, Cowboys From Hell puso la escena metalera patas arriba. No sólo eso, sino que además capturó al grupo en un estado de gracia único. Es el disco en el que podemos escuchar a los Pantera más puros, todavía lejos de estar alienados por los excesos de años posteriores como ya contó Rex Brown en su libro.
Desde el incio con Cowboys From Hell tenemos un disco rebosante de energía, salpicado por momentos de intensidad altísimos como Heresy o Domination, temas estremecedores como Cemetery Gates –en el que Anselmo se sale por todas partes y Dimebag cuaja una de sus mejores interpretaciones a la guitarra–, riffs memorables como en The Art of Shredding y temas con una sección rítimica aplastante como Primal Concrete Sledge.
Lo que hizo de Cowboys From Hell un álbum memorable fue la combinación de la agresividad con un groove sin paliativos que hace que cada tema vaya “caminando” prácticamente sólo, algo que fue una seña de identidad de Pantera durante toda su carrera y que explotarían más en trabajos posteriores –véase Walk, del disco Vulgar Display Of Power–.
Aunque muchos sitúan el pináculo de la carrera de los de Arlington en el disco que fue el inmediato sucesor de este, para mi gusto con Cowboys From Hell se lo pusieron tan difícil que no pudieron superarse. Sacaron discos muy buenos, eso es innegable, pero ninguno capaz de revivir la magia impresa en este. Un clásico atemporal y obligatorio.